sábado, 19 de enero de 2013

• Poeta Urbano .

Tampoco sé decir,
por qué las manos se me iluminan
cuando me oscurezco.

Pero por suerte,
a mí la poesía me convierte
mientras la escribo 
en un hombre bueno.
Cuando dejo de hacerlo,
eso ya es otra historia.

Rubén Tejerina.

Para el Poeta Urbano
que un 8 de octubre garabateó 
un nudo en la garganta.


Aquel poeta urbano
de aspecto undergound gorro de lana a rayas
ojos de farero 
vigilante de la oscuridad de los días
desde la altura de sus noches
revestía sus tormentos -su falta de paz interior -
sus diálogos con la melancolía
sus llamadas perdidas a la muerte
con versos llenos de verdades
que sangraban su dolor
envueltos en el falso embalaje
de la poesía.
Para los extraños eran arte
para él  su esencia
la manera de sacarse de encima
aquello que le escocía
que le quemaba por dentro
hasta consumir su última sonrisa
una manera de descansar de sí mismo
de deshabitarse sobre el papel
de hacer pasado el presente
de ser presente en ese pasado
donde aún busca lo que no encuentra
donde darle esa vuelta a las palabras
que al tiempo no pudo.

Aquel poeta urbano
necesitaba huir,
dejar de sufrir
y darle la mano 
al único nombre de mujer que siempre se le resistía,
PAZ.

Aquel poeta urbano 
amaba a sus amigos 
desde el silencio de su mirada
siempre en guardia siempre pidiendo cobijo
abrigaba su vulnerabilidad y  ternura
con su chaqueta de cuero.
Romanticismo del duro.
Quizá no sabía decir  te quiero
pero sabía escribirlo
                    -y sabía esquivarlo-.

Licenciado en el arte de ilusionarse con inmediatez
de romper con lo estipulado
con el cliché de turno
especializado en maniobras de escapismo
y graduado en desilusionarse con rapidez,
dedicó toda su vida a vivir con intensidad
a ser  ese poeta underground,
con chupa de cuero
-para no sentir el frío de aquello que le robaba la calma-,
que sólo hablaba desde 
la brutal verdad de sus versos.

Aquel poeta urbano
letraherido
de corazón noble y mirada humilde,
apareció un verano antes del atardecer 
garabateó un poema de cumpleaños
me regaló diecinueve deseos
y pese a su letra horrible
desde aquella nana de octubre
siempre deseo que deje de darse la espalda
sólo entonces la vida será justa con él
y  podrá perdonarse
y habrá paz,

paz
perdón 
y poesía
                                         para él.

Y entonces quizá pueda abrazarle
después de la victoria.



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